Las cárceles, por muy extraño que pueda parecer, también tienen espacio para el amor. Y así quedó demostrado cuando siete parejas de reclusos pudieron celebrar el Día de San Valentín pese a las restricciones propias de un establecimiento penitenciario.
La celebración comenzó cerca de las 14:00 horas en la sala multipropósito del Complejo Penitenciario de Valparaíso. En el exterior de la dependencia estaban ansiosos los reclusos que esperaban a sus parejas, internas del Centro Penitenciario Femenino que llegaron acompañadas por dos gendarmes.
Besos apasionados y abrazos llenos de dulzura recibieron a las mujeres, quienes, de la mano de sus enamorados, ingresaron al salón ambientado especialmente para la ocasión. Globos con leyendas que juraban amor eterno, corazones en las paredes y exquisitos chocolates formaron parte de esta velada.
La importancia de mantener e incentivar las relaciones sentimentales entre las personas privadas de libertad fue destacada por el jefe (s) del Complejo de Valparaíso, teniente coronel Rubén Pérez.
“Actualmente en el establecimiento 402 internos se encuentran con visita íntimas y 56 con visitas familiares. Todas las actividades que podamos hacer en pro de preservar los vínculos familiares son sumamente importantes. Estas relaciones son estimulante para cualquier persona privada de libertad y contribuyen a mantenerlos tranquilos en su situación de reclusión, además ellos las valoran mucho y terminan influyendo en su buen comportamiento”.
Las cupidos que hicieron posible este encuentro tan especial fueron la encargada de Deporte, recreación, Arte y Cultura, Carolina Valderrama, y la encargada del programa de visitas íntimas, Solange Videla, además del comandante Pérez, quien autorizó la actividad.
AMOR A PRUEBA DE TODO
Millaray Díaz (28) y Mario Quintero (35) se conocieron hace once años en la plaza Sotomayor. Fue un amor a primera vista. Bastó un simple saludo y una larga y amena conversación para que ambos sintieran que no debían separarse más.
Desde aquel día el amor ha sorteado una serie de pruebas, siendo la más dura de todas el haber caído presos. Primero fue él quien llegó hasta el recinto porteño. Por cerca de ocho meses solo se vieron durante las visitas, a las que ella asistió religiosamente, y a las que, en algunas oportunidades, llevó a la hija de ambos.
En diciembre del 2014 sería Millaray quien llegase hasta el CPF de Valparaíso a cumplir una condena por un robo con violencia. A partir de ese momento ambos comenzaron a verse en las visitas familiares y posteriormente por medio del programa de visitas íntimas. Así han logrado mantener vivo el amor que confiesan será para toda la vida.
“Es primera vez que estoy presa… Todavía no lo asimilo. Mi hija tenía tres días de nacida y lo fui a ver al tiro y no me separé más. Ahora nos vemos harto igual, antes teníamos taller de folclore y nos veíamos cuatro veces al mes, más la familiar y conyugal”, recuerda con emoción la joven de 28 años.
Ambos esperan poder acceder este año a algún beneficio intrapenitenciario y así salir en libertad. Esta vez, confiesan, será distinto: quieren comenzar una vida nueva junto a su hija y alejados de la delincuencia. Un trabajo digno es lo que quieren.