El tamarugo es una especie endémica del norte de Chile y crece precisamente en la Pampa del Tamarugal entre los 1.000 y 1.100 metros de altura sobre el nivel del mar, a 70 kilómetros al este de Iquique. Durante las décadas de 1960 y 1970, la CORFO realizó un esfuerzo importante para replantarlo en la zona, luego de su tala y uso para la generación de carbón durante la explotación del salitre.
Los primeros asentamientos humanos del norte datan de hace unos 12 mil años y existen registros de que gran parte de éstos se realizaban a la sombra de los tamarugos. Hace 3 mil años se desarrollaron las primeras aldeas en la pampa con canales de regadío, construcciones habitacionales y cultivos donde se incorporaba material proveniente de los tamarugos y también de otras especies como el chañar y el pimiento. Estos árboles son especies claves en la historia de cómo se habita en el desierto.
En la actualidad, el tamarugo se encuentra enfrentando una crisis importante debido a la excesiva extracción de agua de la Pampa del Tamarugal, donde se estima alcanza a los 4 mil litros por segundo, en consideración que la recarga natural es de mil litros por segundo. Es decir, por cada litro que ingresa se extraen cuatro, lo que provoca un descenso importante en la napa.
El académico del Instituto de Geografía y director del Laboratorio de Geoinformación y Percepción Remota de la PUCV, Roberto Chávez, ha desarrollado diversas investigaciones en el norte y desde noviembre del año pasado participa en el Núcleo Milenio de Ecología Histórica Aplicada para los Bosques Áridos (AFOREST) con recursos de la ANID, donde están trabajando también expertos de otras casas de estudio.
“Hemos efectuado un análisis exhaustivo primero hasta el año 2013 y hoy lo estamos actualizando al presente, usando imágenes satelitales. Con la investigación pudimos detectar que hay alrededor de 1 millón de tamarugos. Esta especie sólo vive en Chile y en dos acuíferos de Atacama: el principal es de la Pampa del Tamarugal y hay otro en el salar de Llamara”, advirtió el investigador.
En la ocasión, se encontró que algunos ejemplares tienen sus raíces entre 15 a 20 metros de profundidad, bajo un estrés hídrico importante. En comparación a los registros de hace 10 años, los investigadores han descubierto algunos pulsos de recuperación en la napa subterránea, pero la tendencia de extracción no ha cambiado. “La línea de los 15 a 20 metros se ha expandido a más tamarugos y en 2013 dijimos que si no cambiaba la tendencia en extracción de agua, la mitad de la población de los tamarugos se encontrará bajo serio estrés para el 2060. Eso no se ha revertido”, lamentó Chávez.
El académico planteó que en relación al uso del agua del acuífero de la Pampa del Tamarugal que abastece a la ciudad de Iquique, un 60% se ocupa para consumo domiciliario, un 20% para la minería y un 20% en la agricultura.
“El acuífero de la Pampa del Tamarugal es muy especial, son aguas fósiles y se abastece con mil litros por segundo. Aunque llueva un poco más, no se alcanza a recuperar con el uso que se da. Además, hay extracciones ilegales que no se pueden cuantificar. Los árboles del norte son excelentes para enfrentar la sequía, en efecto es la única especie que puede vivir allí. Hay tamarugos que llegan a los 300 años. De ellos quedan muy pocos”, afirmó Chávez
Núcleo Mileno AFOREST
La bióloga Francisca Díaz es investigadora del Instituto de Geografía PUCV y es la directora alterna del Núcleo Milenio AFOREST. Con una escala temporal profunda y una perspectiva multidisciplinaria, la iniciativa reúne a la academia, ciudadanía y políticas públicas para un manejo sustentable de los bosques áridos amenazados por la escasez de agua, tala ilegal, baja regeneración de especies endémicas y en estado crítico de conservación.
“Investigamos periodos que llegan a miles de años atrás, donde estaban ubicados los tamarugos y otros árboles del desierto y cómo su historia está estrechamente vinculada al clima y a la historia humana, después nos vamos moviendo hacia el presente y analizamos cómo hace tres mil años aparecen las primeras aldeas en el desierto de Atacama, donde estos árboles eran centrales. Con el desarrollo más reciente de las industrias salitreras, estas especies se comenzaron a talar y a ser utilizadas de manera indiscriminada. Allí se empieza a enfrentar el primer conflicto ambiental con esta especie, pues se comienzan a usar para generar combustible y carbón en toda la zona de la pampa”, explicó la investigadora.
El Núcleo Milenio AFOREST tiene un plazo de tres años y contempla cinco líneas de investigación: paleosociología; conocimiento ecológico tradicional; filogeografía; ecología: y ciencia ciudadana. “El tamarugo es una especie clave que entrega muchos recursos, alimenta a animales y se vincula a la ‘domesticación’ del desierto. Así, la mayoría de las veces que aparece un sitio arqueológico se encuentran restos de estos árboles que hacen posible que se establezcan poblaciones humanas”, resaltó.