Una máxima de 34 grados Celsius fue parte del registro recuperado por sensores instalados desde febrero de 2019 en la zona rocosa de bahía Fildes, Isla Rey Jorge, en la península Antártica.
Estos dispositivos son parte de “Pole to Pole Marine Biodiversity Observation Network of the Americas”, proyecto internacional en el que más de 30 científicos realizan un levantamiento de información en diversas costas del continente americano con el fin de estudiar la biodiversidad marina. Los sensores, desarrollados por investigadores en Portugal, son adheridos en conchas reales de moluscos o simulan la forma de estos. Gracias a la tecnología Near Field Communication (NFC) es posible extraer la data obtenida desde un celular, sin la necesidad de cables o la remoción de los equipos.
El registro de estas temperaturas fue recuperado por el Dr. Erasmo Macaya Horta, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y académico de la Universidad de Concepción (UdeC).
El Dr. Macaya instaló diversos sensores en febrero del 2019, en el marco de la Expedición Antártica Científica (ECA) 55 del Instituto Antártico Chileno (INACH). Los dispositivos fueron ubicados en la costa rocosa de Bahía Fildes, cercanos a la base Profesor Julio Escudero.
La recuperación de esta información se retrasó debido a la irrupción de la pandemia. Sin embargo, durante la última campaña, se logró recuperar la data de los dispositivos, sumando un total de tres años de temperatura.
“En un punto en particular tuvimos 34°C de máxima, registrada durante enero del 2022. Fue un sensor que estaba allí desde febrero del 2020. Además, diversos equipos sobrepasaron los 20°C. Incluso, los instalados en áreas cercanas a glaciares marcaron máximas de 14 a 16°C de temperatura”, comentó el Dr. Macaya.
El investigador agregó que “para estos registros deben darse algunas condiciones, como un día despejado, poco viento y baja marea. Sin embargo, son temperaturas medidas en el sustrato utilizado por diferentes organismos marinos, como invertebrados o algas, y que aquellos con cierto grado de movilidad pueden evitar. Sin embargo, son organismos adaptados por mucho tiempo a muy bajas temperaturas o a fluctuaciones no tan altas, por lo que estos peak podrían tener consecuencias negativas”.
La información se suma a los altos registros observados en diferentes bases del continente blanco durante este verano. No obstante, el Dr. Macaya aseguró que “es difícil hacer comparaciones de temperatura porque depende de la ubicación del sensor. El dato varía si están instalados al aire libre o adosados a una roca, pero esta información confirma que, en la zona costera, donde animales y algas viven, se están detectando altos valores”.
Además de la recuperación de datos, el científico instaló nuevos sensores con mayor resistencia y durabilidad, que pueden registrar hasta 15 años valores de temperatura cada una hora.
“Seguiremos monitoreando si estas altas temperaturas se presentan con mayor frecuencia y el efecto que pueden tener en los organismos que allí viven” concluyó el Dr. Macaya.