Constituyente Squella pide tolerancia activa y Estado social y democrático de derechos en su presentación ante la Convención

Un llamado a trabajar por la tolerancia y a tener un Estado social y democrático de derecho, planteó el convencional constituyente, Agustín Squella, durante su discurso de presentación en la Convención Constitucional.

“Nuestra Convención es diversa, tan diversa como lo es la sociedad chilena actual. Aun cuando la democracia que recuperamos en 1990 fue fuertemente limitada, Chile ha conseguido ser una sociedad abierta en la que coexiste una amplia diversidad de creencias, ideas, maneras de pensar, modos de vida, interpretaciones acerca de nuestro pasado, planteamientos acerca del futuro, e intereses”. Indicó el abogado y académico.

Tal diversidad, agregó, “es un bien, no un mal y ni siquiera una amenaza. Lo que una sociedad abierta tiene que hacer es proteger su diversidad e impedir que algún punto de vista se transforme en hegemónico y domine sobre los demás, para lo cual tenemos un doble deber: reconocer nuestra pluralidad, que es un hecho, y comportarnos como pluralistas que admiten ese hecho y lo valoran como un bien, practicando para ello la virtud de la tolerancia”.

Entonces, precisó, “lo que corresponde es que dentro de nuestra Convención no recelemos de la diversidad que ella tiene, sino que la aceptemos y celebremos como el bien que es, y que nos miremos unos a otros como oponentes políticos con quienes ponerse de acuerdo, y no como enemigos a los que haya que derrotar sin buscar el más mínimo acuerdo”.

Tolerancia Activa 

El constituyente recalcó que no se trata de la tolerancia en su versión pasiva “que consiste en resignarnos a vivir en paz con quienes tienen creencias, maneras de pensar y modos de vida que reprobamos, aunque manteniéndonos lejos unos de otros”, sino que la tolerancia activa “mucho más exigente y que consiste en acercarnos a quienes tienen esas creencias y modos de vida distintos de los nuestros, en entrar en diálogo con ellos, en darles razones en favor nuestro, pero en escuchar también las que ellos puedan darnos, y en mostrarnos dispuestos a rectificar nuestras posiciones originarias como consecuencia de ese encuentro y diálogo”.

Se requiere la tolerancia activa, explicó, “puesto que para elaborar una nueva Constitución no podemos limitarnos a reconocer nuestras diferencias y mantenernos distantes unos de otros. En nombre de la tolerancia activa tenemos que acercarnos unos a otros, o sea, cómo decimos dentro de la Convención, tenemos que cruzar al frente donde están aquellos que son o vemos como adversarios políticos, pero nunca como enemigos”.

En su presentación Squella subrayó que “los desacuerdos no son patologías de las que tendríamos que curarnos” aunque en el caso de la Convención “o nos ponemos de acuerdo o no podremos proponer al país una nueva Constitución. Nos guste o no, estamos forzados a los acuerdos, y no conseguirlos equivaldría al fracaso de la Convención y, finalmente, el fracaso de un país que vio en la Convención una vía institucional apropiada para salir de una crisis y poner rumbo hacia una sociedad más justa”.

“Será la tolerancia activa, no la pasiva, la que nos conducirá a los acuerdos que precisamos. La tolerancia no es la virtud de los débiles. Es la de los fuertes que se saben falibles y cuentan con la posibilidad de aprender de los demás. Pero tiene que tratarse de una tolerancia activa como práctica real, constante, y no solo como una palabra que se repite en nombre de la corrección política o moral”, puntualizó.

Y tal como lo ha planteado en múltiples ocasiones el abogado recalcó que «para los convencionales la nueva Constitución será un punto de llegada –nos disolveremos luego de proponerla al país-, pero para este último constituirá un punto de partida. Futuros gobiernos, parlamentos, autoridades administrativas y jueces tendrán el deber de desplegar el texto constitucional y de desarrollar los principios, normas e instituciones de este”.

Apelando a la imagen final del “Tratado de la tolerancia”, de Voltaire, “en la está entrando agua a la embarcación y en vez de calafatear todos juntos para salvar la situación, los ocupantes de la nave se trenzan en interminables discusiones acerca de sus irreductibles creencias religiosas, arriesgando de ese modo que la embarcación se hunda mientras continúan las discusiones a bordo”, advirtió que “Chile no va a hundirse y tampoco lo hará nuestra Convención, pero que así sea depende en parte muy importante de quienes estamos sentados hoy aquí”.

Más Huemul menos Cóndor 

Junto con resalta la responsabilidad que recae sobre las espaldas de los convencionales porque “de ser una posible vía institucional para nuestra crisis, la Convención parece haberse transformado en el único cauce para ese fin”,  Squella se preguntó  ¿qué es una sociedad decente y justa?: “Se trata tanto de una sociedad de libertades, como una en la que hayan sido superadas las desigualdades en las condiciones materiales de existencia de las personas y sus familias, a lo menos en la medida en que todos y todas puedan tener acceso garantizado a bienes básicos de atención sanitaria, educación, vivienda, retribución justa por el trabajo, y previsión, sin los cuales nadie puede llevar una vida digna, responsable y autónoma. Unos bienes primordiales sin los que ninguna persona puede ejercer las libertades de que es titular”.

Finalmente, recordando la costumbre de Gabriel Mistral de enviar recados a Chile, el Premio Nacional de Humanidades se refirió a aquel recado en que la poetisa analizó el escudo nacional: “Pensando en las dos figuras del escudo nacional, señaló que la historia patria se parece más a un cóndor carroñero que a un pacífico y sensible huemul. ¿Y qué pidió ella entonces? Pidió menos cóndor y más huemul. ¡Menos cóndor y más huemul! Hagámosle caso”.

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