Sabía que, al igual que los seres humanos, para comunicarse las aves generan dialectos poblacionales, esto es que el canto o los gritos de una misma especie varían según su ubicación geográfica. O que muchas aves prefieren los techos, rocas y puntas de árboles para cantar mientras otras lo hacen volando. O que el amanecer y atardecer son los períodos de mayor actividad de canto. O incluso que se puede escuchar en la noche a chincoles y zorzales.
Quien ha dilucidado estos temas es el doctor en Ecología y Medioambiente, Guillermo Riveros, del Departamento de Biología de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), mediante estudios de bioacústica, es decir sobre cómo se comportan comunicacionalmente las aves a través de las señales sonoras que emiten y que pueden generar cambios conductuales en el receptor de la misma especie.
Riveros explicó que, tanto el canto como los gritos de las aves, conforman un repertorio vocal que da cuenta de un estado de comportamiento en las distintas fases del desarrollo del individuo.
Así el canto, principalmente, es para el cortejo, el reconocimiento específico o defensa territorial, mientras que el grito expresa alarma, advertencia, petición de alimento, contacto y llamadas de reconocimiento.
El investigador agregó que el canto tiene un componente hereditario y otro de aprendizaje, y es allí donde surgen los dialectos poblacionales.
“En la medida que van creciendo van emergiendo las vocalizaciones como expresión génica y, en el otro caso, aprenden de sus padres y aquí se pueden generar dialectos poblacionales. Una población de un lugar puede tener un canto ligeramente distinto al de otra población, generado por esta situación de aprendizaje. Es como el español hablado por los argentinos, los españoles o centroamericanos. Por ejemplo, del chincol (Zonotrichia capensis) en la región de Valparaíso existen dos dialectos, el cordillerano y el de la costa, para eso grabamos más de 100 individuos”, precisó el Dr. Riveros.
Cantar más fuerte para continuar especie
Con la contaminación acústica que produce la actividad humana, las aves han tenido que adaptarse y modificar la estructura de su canto, como es el caso del Chercán, Troglodytes aedon, ave que se distribuye en la zona urbana de la región de Valparaíso.
El académico estudió a esta especie en Playa Ancha, en el Santuario Natural Acantilados Federico Santa María y en el Parque Natural Gómez Carreño de Viña del Mar.
“Se demostró que usa estrategias. Canta mucho más elevado en frecuencia en las zonas urbanas y periurbanas, y mantiene su canto natural en la zona natural. Es decir, canta más fuerte para poder contrarrestar la contaminación acústica. Lo que hace también es que la concentración de energía del canto lo hace en la frecuencia más alta en la zona urbana, menos alta en la periurbana y menos alta en la natural. Y modifica la amplitud, también hay una diferencia significativa entre las zonas estudiadas. Esos tres elementos son los que hacen variar el canto. Si no lo varía, tendría que irse de la ciudad o simplemente el éxito reproductivo sería muy bajo”, sentenció.
El investigador ahora se encuentra estudiando la distribución de la contaminación acústica en Playa Ancha y Viña del Mar.