El cuerpo es signo del que brotan conjuras

Una mujer, una búsqueda, un camino, un quehacer, una pregunta, muchas respuestas. Avanza el tiempo, se desamarran los nudos y se reanudan las rutas, agua, arena y viento marino. Los caminos entregan huellas, evidencias, ofrendas, vestigios, algas, sal.

¿Has nadado por un bosque de cochayuyos alguna vez? Un proceso onírico, de recolección del fruto de aguas espesas, movimientos sincronizados por el oleaje, capas de algas de distintos colores, silencio y paz.

Es parte del trabajo artístico y fruto de una vida de búsquedas, procesos y de Ana Blanchard. La artista vive y trabaja en Viña del Mar, es artista visual y profesora, egresada de la Universidad de Viña del Mar; con estudios de dibujo, grabado, escultura y pintura en la Escuela de Bellas Artes; con estudios en la Escuela de Fotografía Cámara Lúcida. Magíster de Investigación Creación de la Imagen, en la Universidad Finis Terrae. Mamá de Ana Juanita, gestora y profesora en Casa 90 taller, ha incursionado también en el diseño y la carpintería. “Su proceso creativo se centra en un trabajo por capas como estrategia íntima, deshojando ideas, observaciones, emociones y obsesiones”, señalan. Ha expuesto de forma individual y colectiva en diversas instancias, concursos y ferias de arte.

Esta vez en la Sala de Artes de la Visualidad, del Parque Cultural de Valparaíso presentará la exposición “Tu cuerpo es signo del que brotan conjuras”, que se extenderá entre el 26 de julio al 07 de septiembre, y es un proyecto financiado por los Fondos de Cultura, línea creación artística modalidad artes visuales, convocatoria 2023, donde convergen sobre 600 trenzas de cochayuyo recolectado en la Playa Las Salinas desde 6 a 1 metro y medio de largo, y 5.000 metros de cuerda de yute torcido.

Capas de historias, analogías, resignificaciones

Ana construye a contar de su historia y las capas de otras historias que aportan las mujeres de su linaje, una narrativa estética, una propuesta conceptual y sensorial que remite a lo vernáculo, lo profundo de la tierra y su vínculo con la existencia, como señala la artista:

“Hay una especie de analogía, por así decirlo, con estas memorias, con los bosques marinos. Ya venía tratando de conectarme con eso, con ese origen, no solamente con la línea sanguínea de mi mamá y mi hija, que de alguna manera, te resignifica, ¿Qué es lo que te conecta? ¿Qué es lo que te hace ser?: Los otros. Entonces, mi hija, mi madre y todo. Y ya venía con un trabajo antiguo, y voy sumándole capas a los trabajos. Entonces, junté ese trabajo de los linajes y se mezclaron cosas. Cuando decido salir, me encuentro con estas naturalezas o regalos de la naturaleza. Primero, al salir de casa, al encontrarme con manifestaciones de vida, cosas que tuvieran arraigo y me encuentro primero con las malezas. Un camino que comenzó desde la tierra, desde mirar hacia afuera de estas malezas resilientes, enraizamientos y profundidades, y yo que ya estaba enraizada hace 15 años, se mezcla con las historias mi vida”, señala Ana.

Todo conecta con todo

Pensar, repensar, obsesionarse con pensamientos antiguos y nuevos que colisionan y conminan a realizar acciones que alivien esos vaivenes de ideas y de emociones, en espacios abiertos, interpelando otras sensibilidades y otras cogniciones.

Ana explica: “Conocí muchos lugares y realidades distintas, pero ya estaba enraizada, en un territorio cercano al mar, y empecé a salir, a caminar, hasta que llegué a este horizonte en que me encontré con otros devenires, pero que venían de la memoria, de las malezas, de otras plantas, de otras materialidades. Y con esas memorias, tu imaginación, tu crecimiento orgánico. Está todo conectado con todo. Entonces, llegué a este horizonte, a esta poesía. Y me trajo desde esa cosa más bien poética. que cuesta manifestar en palabras y me nace como imagen, como poesía, quizás. Y ahí voy sumando capas. Y de ahí la materialidad. Y es el límite, que desde la piel, del mismo cuerpo, proyecta este límite, que también este horizonte atemporal, marino, y con materialidades que también son otras pieles y otras organicidades. Y te vienen a ti, también como un ciclo. Somos parte de estos ciclos y de esta vía, finalmente. Es eso, como dar el origen y darte cuenta que eres parte de más allá de uno”.

¿Cómo es que Ana moldea estas materialidades y huellas en una representación simbólica y artística? Nos explica, “fue difícil ponerle nombre a las cosas, o terminarlas, darles un término. Entonces, ahí entró Judas Galería, mis grandes amigos. Y ellos me ayudaron a decidir la selección y narrativa. Y yo ya tenía la idea del tejido, que después lo modifiqué con estas trenzas, que ahora voy a seguir tejiendo. Una red que viene desde el cielo. Es una conexión divina”.

Trenzar la vida, los pensamientos, el cochayuyo

Buscando, respirando, caminando, aparecen huellas en la naturaleza, lo sabemos. Pero ella encuentra tesoros, donde nosotros no. Aparecen a su paso como regalos voluntarios de la tierra a la mirada de la artista, a la recolección y la resignificación.
Es así como aparece el cochayuyo y su versátil propuesta de texturas, colores, aromas y vestigios de un mundo marino inspirador, “me levantaba muy temprano durante la semana, y 3 a 4 veces a la semana iba a Playa Las Salinas. Comenzaba con una caminata meditativa donde recolectaba cochayuyos varados.”

De la recolección al secado y al trenzaje: “Luego vino la acción de decidirme a trenzar, porque antes era como una lana y mi brazo era la herramienta. La trenza se dio de manera muy mágica. No sé si lo soñé, pero la acción misma fue muy meditativa, y tenía muchas preguntas. Yo iba con sacos de escombros, el auto quedaba lleno de arena después, que risa. Llevaba baldes, contenedores para llevar agua de mar a mi casa.”

Procesos análogos

La artista se distingue porque sus procesos de creación son predominantemente análogos. Hoy, esto se vuelve una apuesta valiente, en tiempos de cambio que provocan temor y mareo a la vez, pero donde seguimos avanzando. Se pierde el papel, el escribir y dibujar con lápices, ver la hora en un reloj minutero, contar con objetos y herramientas tangibles y aparatosas, el cuerpo se desdibuja, se vuelve representación, transacción, ausencia, nadamos sin contención hacia lo digital y lo intangible. Y nos dejamos arrastrar. Pero Ana se sumerge en la experiencia y la rearma con un sentido personal, femenino, profundo y ancestral.

“Tengo que vivir la experiencia, en este camino me metí en la danzas y experiencias, acercamientos somáticas y desde los afectos. Tuve también otros acercamientos al paisaje, con esto de la recolección, también otros acercamientos. Desde el cuerpo, de la experiencia.”

También incorpora a esta apuesta narrativa otros formatos, los mezcla, desde lo análogo, desde el aprendizaje y el quehacer propio, lo inicial, generando una propuesta de muchas lecturas y soportes.

Luz/ contraluz

Todo confluye hacia una puesta en escena que inspire al pensamiento, la quietud y los sentidos, como visualiza:

“Es una gran pieza central. Voy a trabajar desde la oscuridad. Porque finalmente está la conciencia del uno, abrazar tu sombra, y esa oscuridad, ese vacío es súper bueno. Es necesario llegar ahí, para que germine algo desde esa oscuridad. Y los cochayuyos hay que darle el aprecio a la textura, yo los ponía a contra luz. Encontré que también era un conductor de luz, si lo pones a contra luz es una belleza. Me hubiese encantado haber podido diseñar una iluminación que destacara el dorado propio del cochayuyo al sol”.

Sobre la obra, Nancy Alvarado, artista visual resume: “El trabajo de Ana es una aproximación meditativa al paisaje, un relato sobre el retorno al origen, las fuerzas que modelan el devenir y las experiencias que transforman. Es una performance de lo íntimo que devela las espirales, fugas y huellas que han dejado los vínculos y nudos de la artista.

Para resignificarlas, elabora un rito de paso donde convoca a su madre e hija a purgar los cuerpos que sostienen el signo mujer. Entonces, teje de los labios del mar un manto compuesto por cochayuyos que las cubren para conjurar luces y sombras, que observamos a través de la melancolía alquimista del registro análogo, como si quisiera dejarnos pequeñas pistas, sobre como han mudado de piel.”

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