El 2021 la Unicef advirtió los efectos a corto y largo plazo que el confinamiento tendría en los infantes. Si ya estaban asustados y preocupados por el virus, la interrupción de su vida escolar, social y recreativa causó una sensación de desamparo y soledad.
En su informe bienal ‘‘Estado Mundial de la Infancia’’ dan cuenta que desatender la salud mental de los más pequeños reduce su capacidad de aprender, crear relaciones significativas y contribuir al mundo.
Por lo que dos años de encierro y restricciones no solo les dificulta navegar sus alrededores, sino que conocerse a sí mismos y sus pares. Esto es preocupante para madres y padres, profesores, psicólogos y una sociedad que debe asegurar su bienestar y desarrollo.
¿Cómo es la situación en Chile?
En su ‘‘Estudio de Políticas Públicas Relacionadas con la Salud Mental de Niños, Niñas y Adolescentes’’, la Defensoría de la Niñez identifica la ansiedad, la depresión y las autolesiones como problemas prevalentes.
El análisis fue realizado con la participación de 751 adolescentes y grupos de conversación que incluyeran a infantes. 4 de cada 10 encuestados señalaron nunca haber recibido ayuda profesional. Los que sí la valoran positivamente, pero reconocen escasos resultados.
Se resalta la falta de políticas públicas dirigidas a la salud mental de infantes y adolescentes. Especialmente para los que están bajo el cuidado del Estado, pertenecientes a la comunidad LGBTQI+, niñas y quienes viven con una discapacidad.
El estudio fue realizado en colaboración con el Instituto de Asuntos Públicos y Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile por investigadores y profesores de psicología.
¿Qué factores están involucrados?
La pandemia es, indiscutidamente, protagonista en la vulnerable salud mental de niños, niñas y adolescentes. El periodista y autor Malcolm Harris también apunta a otras circunstancias: el alza del extremismo político y el calentamiento global.
Por ejemplo, el avance del movimiento pro-armas en Estados Unidos y los tiroteos en escuelas. Por otro lado, los efectos de la contaminación son notorios en zonas donde los recursos naturales escasean o no pueden ser aprovechados por la contaminación. Esta inseguridad es una amenaza directa a su bienestar.
El autor también reconoce que, dentro o fuera de la pandemia, las oportunidades de enriquecimiento y autonomía para los jóvenes están mermando.
Harris señala que los niños pasan poco tiempo haciendo actividades que los hace feliz, como jugar con sus amigos y comer, y mucho en cosas que los hace infeliz: tareas y clases. Si pierden sus fuentes de felicidad y crecen con la sensación de que sus opiniones y acciones no importan, su ‘‘locus de control’’ se ve afectado.
¿Cómo ayudar a los infantes?
El informe de Unicef señala que los jefes mundiales deben comprometerse con la salud mental de los jóvenes. Propone invertir en políticas públicas que maximicen la protección de los niños y minimicen el riesgo de padecer un trastorno o vivir sin tratamiento.
Para Harris es evidente que el acceso a profesionales es fundamental. Sin embargo, también plantea una idea radical: hay que confiar en los niños.
El autor usa el libro Trust Kids! de carla bergman como un ejemplo de infantes que crecen en espacios de confianza. Esto les facilita navegar sus emociones y necesidades con padres y amigos. Es un camino que les enseña autonomía.
Si bien puede ser complicado para los adultos, confiar en los pequeños debido a su dependencia. Ofrecer una red de solidaridad y entendimiento ayudará a niños y adolescentes a percibirse como agentes activos. Capaces de mejorar y disfrutar sus vidas.