El profesor de Harvard Steven Pinker lo dijo en su afamado libro “Los ángeles que llevamos dentro”. La evidencia histórica demuestra que los seres humanos estamos adaptados para luchar entre nosotros.
El conflicto entre grupos de seres humanos es un fenómeno global, difícilmente explicable sin considerar su valor dentro de la evolución biológica de nuestro linaje.
Es justamente bajo ese enfoque que el equipo del Laboratorio de Comportamiento Animal y Humano del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha (www.labcah.cl), en colaboración con académicos de las universidades de Chile, del Desarrollo y Autónoma de Madrid, indagaron en la forma en que la presencia del conflicto con otros grupos, versus entre miembros del mismo grupo, afecta a la expresión de la cooperación y la agresión.
Los resultados se enmarcan dentro de la conocida Hipótesis del Macho Guerrero, una propuesta teórica que permite estudiar desde un punto de vista evolutivo, el rol de los hombres en este tipo de conflictos.
El estudio, de 3 años de duración, financiado por FONDECYT regular y dirigido por el doctor José Antonio Muñoz, se publicó esta semana en la revista “Scientific Reports”.
“Hemos partido de una premisa, qué tanto la agresión como la cooperación son importantes para navegar en ambientes sociales, por tanto, más allá de la valoración que hagamos de estas conductas, son dos elementos claves para comprender como somos”, sostuvo el Dr. Muñoz.
Durante dos años los investigadores del equipo recogieron datos conductuales de agresión y cooperación. Para esto aplicaron dos tipos de juegos a más de doscientos hombres en cabinas experimentales.
Uno de los juegos midió la cooperación con Juegos de Bienes Públicos, mientras que en el otro estimaron la agresión a través del llamado Paradigma de Agresión por Sustracción de Puntos.
De un total de 246 participantes, la mitad de ellos jugó en equipo contra otros grupos de hombres, mientras que el resto se enfrentó de manera individual contra un único rival.
“Los resultados son muy interesantes, porque por primera vez hemos podido probar que, en los hombres, la presión de la competición contra otros grupos exacerba ambos comportamientos, es decir la cooperación con los compañeros de equipo y la agresión directa hacia los rivales, incluso aunque esta última tenga costos personales elevados”, precisó la doctora Nohelia Valenzuela del Labcah, coautora de la investigación.
Los investigadores evaluaron los costos de cooperar y agredir a partir de pagos con dinero real, una estrategia que involucró que el estudio entregara 30 mil pesos en promedio a cada participante.
“El dinero se podía ganar o perder en función de las decisiones que los participantes tomaban dentro de los juegos. La idea de que la competición con otros grupos reduzca nuestra aversión al riesgo, tiene sentido desde las manifestaciones comportamentales que todos podemos observar día a día, como, por ejemplo, cuando los hinchas de fútbol pierden los papeles en el estadio”, manifestó el doctor de la Universidad Autónoma de Madrid, Miguel Pita.
INFLUENCIA DE LA FORTALEZA CORPORAL
Los resultados además de demostrar el efecto del contexto social sobre el comportamiento masculino cooperativo y agresivo, aclararon la influencia de la fortaleza corporal, estimada a partir de la cantidad de músculo esquelético de los participantes, sobre el despliegue de estos comportamientos.
En este sentido, la cooperación cambia su patrón entre los más fuertes, en un escenario sin competición entre grupos, estos cooperan menos, pero cuando la competición con otros grupos está presente se vuelven más cooperadores. “Estos resultados indican que los hombres más fuertes modularían su comportamiento de forma estratégica, lo que deriva en una interesante serie de conjeturas en torno a la función que tiene dicho comportamiento”, expresó el doctor Pablo Polo del Labcah.
La siguiente etapa de la línea de investigación se centrará en el estudio de las mujeres dentro del conflicto intergrupo, el cual se efectuará mediante un proyecto Fondecyt regular recientemente adjudicado.
“Ha existido una tendencia hacia la minimización del rol de la mujer dentro de esta problemática, nosotros creemos que debe ser reevaluada bajo robustos modelos experimentales, principalmente porque es evidente que hay un marco conceptual sexo-específico”, sentenció la doctora Paula Pávez, coinvestigadora y académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPLA.