El juego es una práctica habitual en el jardín infantil “Pinocho” de Miraflores Alto. En sus aulas y en los patios niños y niñas comparten no sólo divertidas actividades, sino que además parte de su cultura de origen, pues se trata de un recinto educativo donde se concentra un número importante de población migrante.
Hijos e hijas de familias haitianas, venezolanas, colombianas, peruanas y de República Dominicana forman parte de la comunidad educativa de este jardín infantil que prefiere hablar de convivencia más que de inclusión, y que ha hecho de la interculturalidad un emblema y un proceso que contribuye y enriquece las prácticas pedagógicas en el aula.
“La llegada de familias extrajeras al país es una realidad palpable en nuestro jardín infantil. Acá conviven hijos e hijas provenientes de muchos países, familias a las que hemos acogido y a quienes agradecemos su presencia, porque nos han llevado a fortalecer nuestro trabajo, incorporando una mirada más amplia, integradora y que sin duda enriquece el aprendizaje de todos los niños y las niñas”, sostuvo Carolina Barrera, directora y educadora de párvulos del recinto educativo.
La directora del jardín indicó además que ni siquiera el idioma ha sido una limitante para el trabajo efectivo y exitoso con los párvulos extranjeros y sus familias, pues según señaló los equipos educativos han generado las más diversas estrategias, desde el uso de diccionarios específicos hasta mini capacitaciones con los propios padres y madres de los niños y niñas. “La comunidad completa trabajó en la elaboración de un lindo mural que representa los que somos y el trabajo que hoy estamos realizando, como un jardín infantil abierto a recibir a todos los niños y niñas del mundo, que tienen derecho a recibir una educación de calidad e igualitaria”, puntualizó Barrera.