Desde hace más de 20 años el destacado pintor limeño, Ricardo Wiesse, viene retratando in situ rincones y maravillas del santuario inca Pachacámac, cuya construcción fue iniciada hace dos milenios en la desembocadura del río Lurín, al sur de Lima. A la fecha el artista ha realizado más de cien óleos del lugar, 15 de los cuales conforman la muestra «Pachacámac repintado», que forma parte de un proyecto cultural a cargo de la Embajada de Perú en Chile, la cual se exhibe hasta el 15 de junio en la Antesala Viña del Mar (Arlegui 683).
La muestra está compuesta por óleos sobre tela de mediano y gran formato con paisajes figurativos inspirados en «Pachacámac», que toma el nombre de un oráculo muy venerado en la época prehispánica. Wiesse explica que «el lugar es un símbolo de la presencia pre inca e inca en la costa de Perú. Tuvo un alcance subcontinental y fue venerado por muchas generaciones. Actualmente es la sede de un museo de sitio y un lugar con mucha trascendencia para el pasado y el presente. Yo he querido representarlo al óleo con la idea de ilustrar su aspecto actual, para manifestar la importancia que el pasado tiene en nuestras vidas, sobre todo para nosotros que hemos heredado una cultura originaria como la andina».
Según el artista, la exposición busca trasladar de alguna manera al espectador a ese espacio patrimonial: «Representar esa escenografía, ese conjunto de edificios, muchos de ellos ya desmoronados por el tiempo, los terremotos y la injuria de los hombres. Pero ahí están, como receptáculos ya de la luz. Yo estoy al servicio de esa representación, a través de un lenguaje realista, que busca capturar esa luz y transmitirla a través de la pintura».
También la muestra busca preservar, a través del arte, la expresión de una cultura «que no puede perderse. He intentado darle una relevancia, pintando sus rincones una y otra vez. El lugar se ha ido construyendo a través de los siglos y los españoles se encargaron de arruinar mucho de lo que había», explica el pintor limeño.
Hoy, centenares de visitantes recorren el complejo arquitectónico pero muchos de sus espacios permanecen cerrados por razones de preservación. Esos sitios desconocidos quedan plasmados en las obras de Wiesse, pintadas en los sectores de acceso restringido. «El sitio es muy frágil -comenta- y el circuito turístico es muy limitado, pero yo he tenido la posibilidad de acceder, mostrando estos ángulos poco conocidos. Es la manera de reconstruirlo no de forma mecánica, como en la fotografía o el video, sino a la vieja usanza de la pintura de caballete».